Sunday, September 19, 2004


La imperfección al poder
[Daniel Melero - ensayo/error con público . Sonoridades amarillas]

Humano, (nunca) demasiado humano : Qué es lo que hace que un recital sea aburrido? qué es lo que hace que cualquier cosa sea aburrida?. La sensación de que todos y cada uno de los gestos son previsibles. El cantante con el pie en el retorno, el guitarrista con un cigarrillo en el clavijero. El solo de guitarra a los dos minutos y medio. La presentacion de musicos. Las palmas. Los encendedores. Los hits al final. Los bises. La lista obligada. Todas esas cosas, símbolos de status decadente, de muerte artística en el peor sentido (la muerte sin significación), estuvieron a propósito borradas del show de Melero de anoche. Cada canción reconocible, nacía con la vitalidad orgánica del error; mejor: la grata incertidumbre del ensayo/error.

Margenes (un contraejemplo) : Supongamos que uno es condenado por un crimen que no cometió a ver un show de Vai, Satriani o cualquier otro discapacitado emocional. Ahí la técnica es el hecho artístico. Al público no le queda margen mas que para asistir admirado a una demostración inutil. Pasividad total. Subvaloracion de las capacidades de goce. Todo está dado masticado, en un lenguaje compartido en una sola via (del escenario al publico), sin posibilidad de complementariedad. Sólo queda exclamar bolos ensalivados adejtivos.

La obra la termina uno, es verdad: y sí. No descubro nada, pero la gracia del arte es la connotación. Un artista que pretende dar en un disco de sesion cerrada la denotacion y la connotación, es un salame. Claro que no se puede escapar a la resignificación. Y ahí van algunos pensando que el riff de Staisfaction es lo mas cercano al sentimiento de libertad, mientras que a Jagger-Richards le significan tener plata para el mantenimiento del yate, que a su vez mantiene las chicas y los amigos.

Si soy latinoamericano, tengo que describir: superabundancia de público. cero margen de maniobra. Melero sentado en un sillón que parecía cómodo, como en casa. Como en casa de Marlon Brando. Los pedales al alcance del brazo. El cable del microfono sometido a aprisionamientos con los pies. Melero hace chistes sobre Palermo, sobre una película de palito ortega que vió a la tarde con un Travolta argentino. Discuten cosas de las canciones en lenguaje humano ("esto quedó como si Julio Iglesias hiciera un buen tema"). Las discusiones del orden de la lista se zanjan con acordes de la guitarra que impone acuerdo. El papel pierde protagonismo. Las canciones nuevas van tímidas, en un camino a tientas que queda mas en evidencia cuando surgen las gemas de Travesti. Hay aplausos cuando terminan los temas que son aceptados con cierta vergüenza. Por otra parte, la banda toca los temas enteros. No se ponen tediosos. Podría ser un ensayo, pero es mas bién una reunión

Estabilizadores del humor: en la farmacopea psiquiátrica hay una familia de medicamentos a los que se llama "estabilizadores del humor" (sí, muy dickiano todo); una paciente que los toma me dijo que para ella el mejor estabilizador del animo era la música. No por lugar común deja de ser cierto. Y ayer, en medio de una intensa tormenta emocional, los tonos de esas bellísimas canciones de Travesti me endorfinizaron un poco.

Y llegó la mañana, justo a tiempo.

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